Es indudable que vivimos en la era de la tecnología digital.
Hoy en día no se concibe actividad que esté exenta de tecnología: pedir un taxi, comprar un billete de tren o de avión, consultar el tiempo atmosférico, pedir una cita en el médico o las notas de la facultad… Y es que utilizamos la tecnología para TODO.
El hecho de estar permanentemente conectados se ha convertido en una necesidad.
Tal y como nos decía el pasado martes el profesor y doctor en sociología, y experto en juventud, Juan M. González-Anleo, los móviles que utilizamos tienen 8.000.000 más de potencia que el ordenador que envió al primer hombre a la Luna, Y… ¿para qué los utilizamos?
Las redes sociales forman parte de nuestras vidas. Faceboook, Instagram, Twitter… las consultamos a diario para “relacionarnos” con los demás. Pero nuestra forma de socializar ha cambiado: hemos pasado de los juegos de interacción, conversaciones alrededor de una mesa o simplemente tomando un café, a dar likes a las fotos (de comida, gatitos o selfies), ligar mediante Tinder o retrasmitir en streaming un concierto en lugar de disfrutarlo.
Pero, como todo, las RRSS son un arma de doble filo.
Entre sus sombras diremos que está la pérdida del contacto personal, por lo que pueden llevar a reducir las habilidades sociales del ser humano, ayudan a diluir el límite de la intimidad entre los más jóvenes, pueden provocar baja autoestima (según el número de likes recibidos), y posibilitan el incremento del acoso escolar, mediante el ciberbulling.
Por otro lado, no debemos olvidar que bien usadas son muy útiles para poder contactar con personas en cualquier lugar del mundo, ampliar las redes de contactos profesionales, potenciar el activismo social y brindan infinidad de recursos relacionados con el conocimiento.
Por todo ello, ahora más que nunca debemos plantearnos qué uso queremos darles a las RRSS, para seguir estando al día sin dejar que controlen nuestras vidas.