Todavía estamos digiriendo la actividad del Bocadillo solidario celebrada con los colegiales del CMU Alcalá.
Hablamos de una iniciativa de la Acción Social y Actividades Pastorales que nos llenó el corazón de amor en las calles de Madrid.
Un Madrid de contrastes y realidades superpuestas que no sale en las guías turísticas. El Madrid, (podría haber sido en Barcelona, Valencia, Londres y Nueva York), de la noche profunda y fría. La ciudad que echa el telón por la noche, cuando muchos se quedan trabajando en horario nocturno y los más se recogen al calor del hogar. Momento en el que una legión de personas invisibles desfilan por las aceras en busca de refugio. Cambian somieres por cartón, edredones por periódicos, abrazos por miedo y calor por frío. Personas cuyas vidas las han precipitado al ostracismo social y quedan arrinconadas en las retinas de quienes pasean a su lado y prefieren volver la vista para no verlos.
No son invisibles, pero no queremos verlos porque su pena daña nuestros corazones y su padecer lastima nuestras conciencias.
Por eso esta actividad, el bocadillo solidario.
Con ella no cambiaremos la vida ni cambiaremos la Sociedad. Pero sirvió para concienciarnos del drama cotidiano de personas que son como nosotras salvo en el afecto. Afecto del que carecen y que a unos fortalece y a otros derrumba. Hablamos de personas como tú y como yo que por el azar del destino han terminado en la calle y no saben, o no pueden salir de ella.
Una mala racha, una decisión equivocada. Un negocio quebrado o una familia desestructurada. Insistimos, personas como tú y como yo que han jugado sus cartas en la vida y han perdido su partida. Unas con ánimo de volver a entrar en el juego de la Sociedad, otras que han tirado la toalla porque creen que no volverán a encajar. Con sus miedos, sus penas, sus alegrías y sus vergüenzas expuestas a una sociedad indolente que mira para otro lado.
Ejemplo de dignidad el que nos mostró nuestra fundadora, Santa Nazaria.
Demostrando que los problemas podrán o no resolverse, pero siempre hay que encararlos para, por lo menos, intentar solucionarlos. «Bajar a la calle» decía. Y tenía toda la razón. No se puede concienciar a la gente de problemas de los que huyen. No puedes entender aquello que rehuyes. Ni puedes ayudar a una persona, o a miles, si no bajas a la calle y la demuestras, de corazón, que forma parte de tu vida y sientes amor por ella.
Todo esto para explicaros que nuestras colegialas, y los amigos del CMU Alcalá salieron una noche por Madrid para compartir con los más necesitados. Para dar… y volvieron a sus colegios mayores con la sensación de haber sido ellos quienes habían recibido. Los colegiales compartieron su comida con los más necesitados. Los más necesitados compartieron su fortaleza, su dignidad y su agradecimiento con los colegiales. Los muchachos alimentaron el cuerpo de unos desconocidos. Los desconocidos alimentaron el alma de colegiales y colegialas que descubrían una realidad cotidiana que les rodea, aunque no los vean.
La actividad se preparó con tiempo y buen hacer. Antes de bajar a la calle nos reunimos en el Colegio Mayor Alcalá. Allí se preparó toda la actividad. Se dieron pautas de comportamiento. Se explicaron maneras y modales adecuados para servir sin herir la sensibilidad de quienes fueran auxiliados. Amor y respeto fluctuaban desde el mismo instante en que se empezó a preparar esta actividad. Respeto y amor se traslucían cuando se superó la barrera de la distancia y establecieron contacto con la cruda realidad.
Muchos se enfrentaban a la miseria de la vida por primera vez.
Miseria, por favor, bien entendida. Hablamos de quienes cubren sus cuerpos con cartones, se enfundan en ropa donada y hacen de cada noche un reto. De cada madrugada un sacrificio, de cada ayuno su día a día. De su soledad un modo de vida. Del amor una excepción.
No son extraños, son personas que no han tenido la fortuna que tenemos nosotros. Personas que han perdido a su familia. A sus amigos, los trabajos, la casa, el coche y todo lo que normalmente damos por hecho que son derechos y no alcanzamos a imaginarnos sin alguna de esas cosas. Menos a imaginarnos sin ninguna de ellas.
Una noche que para nuestros colegiales (Mara y Alcalá) ha supuesto una vivencia puntual. Una noche que para quienes recibieron el cariño y el alimento de los colegiales supone una excepción, un paréntesis, en su lucha cotidiana por la supervivencia. Quien no esté acostumbrado a luchar día a día para sobrevivir al día presente no lo podrán terminar de entender nunca.
Si lo quieres entender, si quieres hacerte una idea, lejana, pero realista, te recomendamos una película que ilustra a la perfección la delgada línea roja que existe entre vivir y sobrevivir: En busca de la felicidad. Una película descarnada que habla de un padre que lo pierde todo y se ve obligado a tirar de su hijo buscando un techo diferente cada noche. Un padre que no se rinde. Al principio por orgullo. Al final por amor a su hijo. Una película que no podrá calificarse de entretenida, pero sí que te hará ver la vida de otro modo. Te hará comprender que incluso la persona más acomodada puede quedar desamparada.
Todo esto lo aprendieron nuestros colegiales bajando a la calle y viendo la cruda realidad de nuestra sociedad.